Las baterías eléctricas y las placas solares todavía no tienen una solución a medio plazo para reciclar los materiales con los que están fabricadas y ya salen como churros de grandes factorías en nombre de la sostenibilidad. Con estas consignas, a menudo, andar por la calle y fijarse en lo poco que se respeta la materia prima o lo que un día se realizó a mano artesanal y minuciosamente da para reflexionar. Y es que casi todo es susceptible a ser derribado, mobiliarios, iluminación, complementos… digamos que el equilibrio entre la innovación y la conservación no da buenas vibraciones. De entre los destacados críticos con la sociedad de consumo, Francisco Álvarez, dice que “Uno de los principales problemas del actual sistema económico es que tiende a tratar los problemas por separado. Cuando se plantea una solución a un problema, no se tienen en cuenta las implicaciones sociales o medioambientales que su aplicación puede tener”.

Entender el concepto sostenibilidad, es también reconocer la riqueza propia de cada ciudad, tener criterio en la conservación de la arquitectura y del patrimonio cultural y ser exigente en el uso de los recursos energéticos. Saber qué ventana abrir y que puerta cerrar para mantener fresco un hogar y evitar en lo posible la comodidad del aire acondicionado, por ejemplo. La investigación nos va dando regalos maravillosos como el aire acondicionado y por supuesto las placas solares, pero hay tanto que debatir y tenemos tan poco tiempo, que así, se crean por ejemplo, grandes paseos marítimos de hormigón y descuida la vegetación de las dunas naturales en el litoral, mientras los materiales autóctonos, como marquesinas y sombras a base de mimbres y cañizos, por citar algún ejemplo, han ido retirándose de comercios y restaurantes en las últimas décadas, y con ello, usos y detalles del patrimonio cultural, de tejido social y laboral, elementos atractivos de identidad autóctonos y así, seguiríamos hasta el penúltimo eslabón de la cadena.
En este sentido, recuperar algún eslabón de nuestro acervo social y de nuestra memoria es como un destello en la oscuridad, una de esas chispas de luz que invitan a tener fe en la especie humana. Un eslabón que se ha recuperado gracias a la iniciativa propia de personas como el diseñador gráfico Juan Nava, quien empezó a rescatar con su cámara, muchos de los rótulos que para algunas personas, representa su primera lectura: rótulos que en algún momento lucieron –algunos siguen- en los escaparates de todo tipo de locales comerciales, fachadas o medianeras.

Hace cerca de 20 años, Nava comenzó a catalogar marcas, letreros e inscripciones de establecimientos de las calles evitando que desaparecieran para siempre, logos y textos de los cuales pudimos reencontrar una selección en la exposición Gráfica urbana de València, cuyo comisario Juan Salvador, fue un compañero en esta aventura de recuperación.
El proceso que ha seguido Juan Nava se inicia conforme a lo referido anteriormente, es decir: teniendo la cámara fotográfica preparada. Con ella registra. Luego organiza y cataloga sus ficheros, pero entretanto, inmortaliza la gráfica pasándola minuciosamente a dibujo. Este trabajo lo comparte online en un proyecto titulado “Letras recuperadas”, donde va publicando su extenso archivo fotográfico.
Para el comisario de aquella muestra “Más allá de la nostalgia, la intención era poner en valor la personalidad de València en un momento en el que se constata cómo las ciudades van perdiendo poco a poco sus señas de identidad y donde la estandarización se adueña de calles y plazas. Las ciudades evolucionan y se modernizan en función de los tiempos y de los contextos, pero conviene reivindicar que la convivencia entre el ayer y el hoy es más que enriquecedora. Sirve además este trabajo como una manera de rendir un merecido homenaje a los rotulistas, esos profesionales anónimos y autodidactas de aquel oficio artesanal prácticamente desaparecido hoy en València”.

En muchas ocasiones, esos artesanos del rótulo eran artistas derivados en pintores que no tenían otra opción que ganarse el pan con el sudor de la frente brocha en mano. El arte de rotular implica conocimiento, y llegado el momento de realizar el rótulo, se requiere destreza y dominio de técnicas, pulso formidable, orden y disciplina. El contenido por lo general, era realizado en boceto previamente. Los rótulos en este sentido pueden ser determinantes para definir corrientes y tendencias en el transcurso del tiempo, y la tipografía del rótulo es el primer contacto visual con una marca, servicio o producto.
Ya saben, los rótulos, como las propias fuentes tipográficas, son como la música, una para cada historia.
(Imagen de portada, dibujo sobre papel de Juan Nava)
Vicente Chambó